sábado, 5 de diciembre de 2020
Metamorfosis
martes, 24 de noviembre de 2020
Mia san mia
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Trofeo Viktoria |
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Beckenbauer, Maier y Müller |
domingo, 8 de noviembre de 2020
Casa
lunes, 2 de noviembre de 2020
El lubricante social
lunes, 19 de octubre de 2020
El equipo y el pueblo
Últimamente tengo que volver muchas veces a ese término que la mayoría podemos usar con morriña, con repelús, o con ambas cosas: El Pueblo. No tendría aquí la menor importancia si no fuera porque no paro de toparme con recuerdos de niño cada vez que ordenamos una habitación: equipaciones, relojes, llaveros, posters, calendarios a mano del añito en el infierno... Una gran parte del ecléctico elenco que yo llamo mis mierdas del Atleti. Encima leyéndole un libro a mi niño para que se durmiera, descubrí con orgullo unas actividades finales en las que mencionaba al Vicente Calderón en un imagina tu historia...
Unas horas antes, mi estado de alarma personal y la zozobra que se cernía por la salida en falso tras la salida en falso del propio campeonato, hicieron que me perdiera gran parte del partido; solo vi unos 25 minutos. Me perdí el comienzo, del que he oído maravillas. Al parecer fuimos los Celtics de 2008 y Lemar se disfrazó de Rajon Rondo. Sí que me dio tiempo a ver al omnipresente Torreira, que si puede aguantar los partidos completos me vale y mucho. El que no aguantó fue Diego Costa, y en mi reverso más malévolo me alegré: ¿puedo ser más mezquino? ¿Acaso eso va a mejorar al equipo? Tengo la sensación de que Balaídos es un lugar donde cuando llegamos bien palmamos y cuando llegamos con el gancho sacamos los tres puntos. La similitud entre todas las visitas a la ciudad olívica es que siempre nos lo ponen difícil. Para todo lo demás, ¡Rambo Savic! El final del partido lo oí en la radio mientras volvía a donde comenzó todo. Ganó el Atleti, ganó además el equipo del pueblo, y encima perdieron Pili, Mili y de propina el Sevilla (por rival directo, no por mierdas territoriales). Definitivamente cuanta menos atención les presto, parece que los muchachos salen mejor del atolladero.
Yo es que tenía otras misiones más importantes. Entre ellas, ir a la comunión de mi sobrino-nieto Darío "Trippier", un campeón literal de atletismo, que por tener una hucha del Atleti se llevó propina al donativo que ya tenía. ¿Seguirá mi hijo el camino difícil? Al menos desde los tres años reconoce el escudo, sin mucho hincapié por mi parte. Al principio pensaba que iba a dejarle elegir, no influenciarle lo más mínimo con el fútbol, ni mucho menos con el equipo que eligiera, pero con el tiempo me di cuenta de que si está en mi mano, tengo que actuar. Así algún día será Hernán quien volverá a Vélez-Málaga y probablemente descubra sus mierdas del Atleti, y entonces sienta el mismo orgullo que yo sentí este finde porque, aunque me despierte con el partido empezado y veo los goles al día siguiente, nadie es más colchonero que yo.
miércoles, 7 de octubre de 2020
Paseo de un melancólico
Uno de las múltiples entradas que quedaron en el limbo año tras año fue una titulada 'El factor Thomas'. En ella quería remarcar ese ritmo diferente que aportaba el ghanés en un equipo tan ajedrezado como el nuestro. Ese latigazo desde fuera del área, esa zancada tan africana, esa pausa con amague tan características, factores muchos de ellos asociados por ende con la irregularidad. Ahora todo eso se terminó. A "cambio" llega alguien con ADN Cholo, al menos eso entiendo yo, que he visto bien poco a Torreira. Que sea uruguayo es, al sol de hoy, la principal garantía de su fiabilidad. Hablando de charrúas, y volviendo al principio del resumen que quiero esbozar, vino Luis Suárez por Morata. Cambio que digerí con incredulidad doble, primero por la sorprendente salida del niño pijo y segundo por poder hacernos con los servicios de un gran goleador para al menos una temporada más. La llegada del croata Grbic, un portero con pintaza que jamás sustituirá en mi corazón a mi pobre gatito atropellado (vaya portero si el Atleti tuviera sección felina que se perdió) me produce más miedo que ilusión, porque proyecta la posible partida de Oblak, que menos mal que sigue (al igual que Giménez). Además solo entiendo la salida de Arias si es por ser extracomunitario. Precisamente en un lateral brilla el único rayo de esperanza de un ámbito tan identitario e importante en estos tiempos de crisis como la cantera, con la llegada al primer equipo de Manu. También entra en este pack el hecho de que se haya considerado a Mollejo para quedarse hasta última hora y que finalmente se vaya a un club curtidor como el Getafe. Volviendo a Thomas y continuando con la cantera, duele ver cómo los jugadores de cuna se marchan, muchas veces a proyectos incluso menos ganadores que el Atleti, o a sabiendas de que lo tendrán más difícil para jugar. Lucas, Rodri, ahora Partey...
Creo que es el momento de una reflexión por la que algún aficionado de equipo más humilde se cagaría en mi sangre pero: es difícil ser del Atleti. En un campeonato con Madrid y Barcelona, los dos mejores equipos del mundo casi todo el tiempo, es muy complicado asomar la cabeza para agarrar títulos, pero a poco que lo hagas bien siempre los estás rondando, con lo que alimentas la rueda de la ambición. Siempre viendo de refilón el precipicio que acaba en tierra de nadie, en una contradicción de objetivos constante, porque por masa social e historia pasada y contemporánea somos inferiores a los mencionados (aún mermados también) y hemos de superar al resto de aspirantes, ya sea un Sevilla (ojo aquí!), un Valencia o un Villarreal que tenga el año. En Copa de Europa más de lo mismo: tenemos mística reciente y mimbres para competir (cada vez menos), pero no el presupuesto que te da tener las individualidades que te coronan un proyecto que pueda alzar una Champions, que aún sonando a quimera hemos tenido tan, tan, tan cerca que nos impide aún ver la dificultad que entrañó, y tan solo nos ciega en una fiebre enfermiza de feberero en adelante. En contrapartida, esto nos da para ganar la Uefa, pero mirando siempre de reojo a la orejona, sin disfrutar plenamente del triunfo. Aburguesamiento en el barrio se llama la enfermedad. Sí, ya sé, un discurso cenizo para variar por mi parte...
Ya que estamos desilusionados y doloridos, sigo a lo mío... Me duele casi tanto ver a Saúl de mediocentro que de lateral izquierdo, incluso los días que estoy más amargado, como hoy, me duele no haber visto casi nada a Saponjic y sí haber visto en cambio a Costa ni siquiera guarrear ni hacer el ridículo fingiendo penaltys mientras estaba en el verde... Porque ni rastro de las salidas para liberar masa salarial. Volvemos a tener que confiar en Diego como en una pareja reincidente a falta de otra cosa mejor con la que aliviarnos. De Lemar muchos seguimos pensando que es buenísimo, pero siempre fuera del Atleti. Vitolo cada vez recuerda más a su compatriota Jesé... Son tiempos raros, pero la plantilla se podría haber gestionado de otra forma más inteligente. El Cholo lleva años estancado, pero es el principal artífice y referencia a la que agarrarnos. Seguimos estando no entre los cuatro, sino entre los tres primeros, y aún así parece que a la mínima que no se cumpla ese objetivo estaremos en la mierda absoluta institucionalmente hablando. Todo ello tras cambiar de estadio, tras invertir desde que está Simeone una cantidad ínfima en fichajes. Siempre se atisban vacas flacas a la vuelta de la esquina para los traumados como yo, que hemos pasado en la adolescencia la época más oscura de este equipo. Tarde o temprano se volverá a mirar para el palco, ya lo hacemos con la anestesia puesta, pero centrémonos en lo inmediato. Este año firmo ser el último del vagón de Champions en liga y pasar a octavos en la misma. El año pasado era más o menos lo mismo, pero con menos melancolía por lo que dictaban los movimientos de mercado, siempre mucho más ilusionantes para el seguidor que las propias pretemporadas. Todos andamos con el pie cambiado, pero apenas ha cambiado nada desde el año pasado. La única transición ha sido la del paso de ese fugaz 6-1 a los cerocerazos de antaño, donde dije Celta digo Villarreal. Los laterales no punzan arriba, en el medio parece que se camina sobre engrudo y arriba hay pólvora sin mecha... Y ya está, qué más voy a decir yo, si solo hace meses que me estoy empezando a fijar dónde se colocan los jugadores porque antes era un obtuso leyendo partidos con rayas rojiblancas de por medio.
Esta situación de mierda encima tiene el problema de los partidos sin público. Hace poco más de un año visité por primera vez el Metropolitano en un derbi en el que Thomas fue el mejor. En su momento casi que me arrepentí de ir, y ahora mataría por hacerlo. Pero no se puede entrar al estadio, ni oír al público espolear al equipo. Precisamente cuando tenemos una canción de puta madre para cantar (nunca sustituir a nuestro himnazo)... Porque sí, una de las cosas buenas, que voy trufando entre tanta llorera, ha sido ese tema de 'Partido a Partido', que a mí me ha cautivado y me ha hecho perdonar a Sabina por su excesivo complejo de inferioridad con el puto Real Madrid en el himno del centenario. Quizá por el título de la susodicha canción el Cholo volviera a mencionar tan manido pero olvidado mantra en la rueda de prensa, hasta habló de recuperar la pelota parada... Lo que sea Diego Pablo, pero eres nuestra única esperanza. En este parón tras nuestro propio parón, a ver qué coño se te ocurre para espabilar a esta gente, posiblemente sin reemplazo para nuestro negrocampista favorito. Necesitaba esta purga, ahora que vengan las selecciones, que me encantan por cierto, y esperemos a la vuelta si se acaban los impagos, las fracturas, las despedidas y los duelos. Eso nos queda: saber soñar.
sábado, 15 de agosto de 2020
Cuando eres tú el que deja
Un dolor raro, sin el amparo de ser el David derrotado con la honda desencordada, ni el consuelo que da esa sensación de haberse dejado la piel en pos del objetivo (a la escasa cantidad de faltas me remito). Una decepción tan grande que opaca la crueldad del desenlace, que hace que olvidemos el penalty a Saúl o la zozobra por los PCR excepto para recalcar aquí nuestra tristeza por otros motivos. Un indudable exceso de confianza, de sentirnos favoritos, yo el primero, por nombre más que por argumentos. Un gran equipo enfrente con la bula de la sorpresa del que aún no es temido, como nosotros hace seis años. No deberíamos habernos creído favoritos, pero lo éramos, y aunque se puso cuesta arriba, con la salida a lo Kylian Neymar de Joao Félix y el cortometraje de su exhibición, nivelamos. Hasta yo, consciente de la dificultad, atisbaba una orilla a lo lejos. Me veía durmiendo extenuado y satisfecho, planteándome escribir sobre los equipos de París al día siguiente, incluso esa misma noche. Entonces, tras estar acostumbrados a que quien nos mandaran al guano fueran los de la acera de enfrente, o su mejor amiga cristiana, esta vez fuimos nosotros los que rompimos la relación con la más preciosa copa que uno puede imaginar, y cuya única belleza reside en que no es nuestra. Quizá si alguna vez agarramos esas preciosas orejotas, recapacitemos y pensemos con el ventajismo de la victoria que no merecía la pena penar tanto, pero mientras, otra espina más al mismo tiempo que obviamos la dificultad y el nivel real de nuestras aspiraciones abrazando un recurrente complejo de Ícaro.
Y así acabó otra trayectoria europea, con Jan sensiblemente más tocado que nadie, en una ciudad en cuyos dos estadios más emblemáticos nos han clavado dagas de índoles tan diferentes como iguales. Luego la nube negra en la mente, sin recordar por unos segundos el porqué, el apego a la familia con culpabilidad por hipotecar mi felicidad bajo esta quimera, el arrepentimiento por estar mirando constantemente las noticias sobre los resultados de los tests, porque no quería no poder disfrutar de esta Champions, que tan de oportunidad histórica se nos había disfrazado bajo el partido único, y por último el cilicio mental tras pecar de reincidente... Porque sobre las cenizas de la eliminación de Turín hace más de un año, juré aquí mismo no volverme a ilusionar con esta copa... Pero cómo me voy a culpar, si estaba hecha a medida para nosotros (a pesar del 2-8 del Bayern o la exuberancia al alza del PSG): la sede, los rivales ya descabalgados, el momentum... Y otra vez se nos olvida que el fútbol no nos debe una mierda, al menos al Atleti actual, cada vez más lejano del que se ganó reclamar ese premio al dios del fútbol. Quizá siempre hay una excusa para soñar, que insisto no sale gratis, con el salvoconducto que te da para ello el haber estado tan cerca recientemente, cuya penitencia es sentirnos tan aspirantes sin mirar el nivel de los competidores. Mientras tengamos esos anticuerpos en nuestra sangre rojiblanca, seremos más sensibles al dolor cuando suframos esta enfermedad cada año, pero a ver quién es el feo que prefiere no pasar este trance a cambio de la ilusión por progresar.
Sueños aparte, hace dos años estaba pasando la mejor noche futbolera de mi vida en Estonia. Hoy, quien se sentaba en el banquillo ese día ya no está en el equipo, y he de decir que me acojona bastante la salida del Mono, que ha trascendido más como técnico que como jugador... Como también lo haría que se fuera Oblak, que siguiera Diego Costa, que Trippier continúe perdido, que se añore tanto a Thomas, que Saúl vuelva al lateral izquierdo a tiempo parcial, que se traiga a jugadores que no casen con la forma de entender los partidos del Cholo... Porque sabemos dos cosas: que es el entrenador con el que mejor nos va a ir, y que a estas alturas no va a evolucionar en la forma de plantear los partidos. Esperemos que la próxima temporada la afrontemos rescatando armas del pasado, como las jugadas de estrategia (ahí me acuerdo de Germán de nuevo), la presión, la humildad, la faltita de marras, echarle ácido a la casaca de nuevo rico y volver a ser menospreciados porque nos ven molestar... En definitiva, inclinar la balanza todo lo posible para el lado de nuestra orgullosa identidad y confiar plenamente en que el chavalín portugués sea nuestro adalid en ataque para compensar.
FORZA ATLETI
sábado, 8 de agosto de 2020
Las alas del Markranstädt

viernes, 21 de febrero de 2020
YNWA

El susodicho era un tal Bill Shankly, que además dio al Liverpool una de sus señas de identidad más características: el rojo en la totalidad de su uniforme. Más razón que un demonio tenía cuando pensó que eso les haría más temibles. Otro símbolo fruto de su legado es el cartel que precede al estrecho túnel de vestuarios, por los siglos de los siglos: 'THIS IS ANFIELD'. Pero no se engañen, esos golpes de efecto tan solo trufaban un fútbol ya de por sí eficaz y perfeccionado al milímetro. Todo se cocía en la Boot Room (la sala de las botas), donde no solo Shankly, sino sus profesionales de confianza, se compenetraban de fábula en ese humilde habitáculo para labrar la etapa de éxito continuado más grande del equipo cuyo emblema, al igual que su ciudad, es el liverbird. Con Shankly llegó la comunión total entre grada, cuerpo técnico y jugadores; además ligas, copas y una copa de la UEFA, pero aún había más, mucho más...




En un ejercicio de vuelta a los orígenes de la gloria, miraron al este y vieron a un alemán gafotas pero con pinta de profe guay de educación física. Jürgen Klopp: The Normal One. Poco a poco fue rescatando el carácter competitivo con un estilo muy reconocible hasta llegar a lo más alto. Como muestra de intenciones a medio plazo, el alemán, que se me cayó del pedestal tras su plañidera rueda de prensa en el Metropolitano, prohibió a sus pupilos tocar el This is Anfield hasta que no ganaran algo grande, entre otras cosas porque él con el Dortmund lo tocó de visitante y les cascaron 4. Y vaya si lo han hecho... El Liverpool parece haber retomado el ciclo ganador con más fuerza que nunca, y nosotros tendremos el privilegio de vivir una noche europea de gala (y garra) en tan mágico escenario, máxime cuando su dominio en el panorama internacional pocos lo discuten. Sin más me despido, mientras recuerdo que yo, me cago en la puta, toqué el dichoso cartelito sin pensar si gafaría a mi Atleti querido. Esperemos que haya prescrito ya, ¿no, Oblak?