lunes, 6 de junio de 2022

No confío ni en dios

Han pasado más de ocho meses desde la última vez que me pasé por aquí. Al igual que aquella noche en San Siro, desde entonces el Atleti no ha parado de jugar, obviando la pobre y cada vez menos sorprendente actuación copera, en competición europea el resto de temporada, asomándose incluso a la inefable Conference League (bien, Roma). Porque la liga quedó pronto claro que solo iba a ser un bonito recuerdo, que nos brindaba el epíteto de vigente campeón a cada paso atrás que dábamos para abandonarla. 

En este círculo emparedado por la vuelta al calor desde aquel final de septiembre a este junio agotador, hemos vivido un año ya no irregular, sino discontinuo, convulso y loco por momentos. Algo ajeno a la última década, lo cual acentúa con mayúsculas esta temporada tan extraña. El año donde el Cholo ha sacado su documental, muy bonito, hemos conocido también al Diego Pablo menos Simeone que nunca. La truculenta fase de grupos, con clasificación a octavos tras la machada de Oporto, fue el primer punto de inflexión frustrado. Luego vinieron las cuatro derrotas en liga, algunas inmerecidas como la de Granada, de acuerdo. Pero lo cierto es que el equipo casi siempre era plano, mate, dubitativo, mantenido a espasmos por alguna individualidad más que con sensación de estar trabajado. Por mencionar algunos, Llorente ha sido rabia frustrada. De Paul quizá sea la personificación del desempeño del propio equipo. Contemplamos con terror cómo Griezmann, tras el sacrificio mutuo, tan solo ha sido hombre del traje gris: insuficiente a todas luces. Felipe una broma que le ha hecho ganarse el apodo de 'O imbècil' en mi corrillo atlético... Los mejores, Rambo Savic, Kondo, João sano, Carrasco y su par de cojones y la efervescencia con poco gol de Cunha, que me cae de cine. El bajonazo de muchos efectivos que nos dieron esa épica 20/21, sumado a la nula pretemporada, la calamitosa plaga de lesiones (hay que hacer algo, si se va el Profe ya me da igual, adiós y gracias)... Y ya por pedir, la descocada labor arbitral contra el Atleti en forma de amarillas raras y doble rasero que me hacen saltar hasta a un bendito como yo, merecen mención obligada.

Si nos preguntan si admiramos algo de los de la acera de enfrente y tenemos más de una neurona, diríamos que su pundonor hasta el final para no rendirse. Ya experimentamos con esa catártica sensación el año pasado, pero esta liga ya fue el delirio... Valencia, Getafe y en menor medida Espanyol, fueron triunfos inverosímiles que por la falta de costumbre trufaban esa épica de remordimiento. Así volvimos, como tras vencer en Portugal, a la falsa autoconvicción y las promesas fallidas en forma de redenciones perdidas, de esta y no más, te lo juro por la vieja... Y paradójicamente tuvo que ser una derrota la mar de lamentable la que trajo un soplo de viento de Levante que nos acompañó, seis victorias seguidas mediante, hasta encaramarnos a la cuarta plaza, con victoria de altura en el Villamarín (brindo por vuestra Copa) para que respiráramos algo más tranquilos, porque en ese momento que tire la primera piedra quien no se viera en Europa League (felicidades, Eintracht)... Tras el paréntesis de las excelentes e inolvidables eliminatorias ante los Mánchesters, tuvimos fuelle para amarrar la tercera plaza ganando a Real Madrid y Sociedad, lo cual es un postre excesivo para el niño caprichoso que fuimos esta temporada, donde dudamos de todo aún más que el año pasado, y lo más triste, por objetivos mucho más humildes. Encima con esa sensación, que la institución no se molesta en esconder, de que si no se va a Champions poco menos que desaparecemos, cuando llevamos diez añazos jugándola y con prácticamente la inversión en fichajes que producen las ventas. Se fue el Peaky Blinder Trippier, se va el incomprendido hasta última hora Herrera, y sobre todo se va Don Luis Suárez, de lo de las placas mejor no hablo...Vino y se va a ir Wass (cholada al canto), pero está ReyNildo, que aunque sale mucho en fotos de goles a lo Perea,  nos tiene ganados, porque como confiemos en que Giménez juegue más de veinte partidos, mal vamos.

Terceros y cayendo con honra en cuartos de Copa de Europa. A priori sonaría de puta madre, y a posteriori también, pero he de decir que esta montaña rusa, esta sensación de sinvivir, hay que guardarla tras un cristal de seguridad que ponga romper en caso de incendio. No se puede estar siempre tirando de épica y ultimatums para salvar los muebles, porque para eso solo hay un elegido entre las flores. 

En fin, que ha sido un año cuya foto final es hasta resultona, pero en el que las sensaciones, que diría Quique Sánchez Flores, no han sido buenas casi nunca, excepto en la eliminatoria ante el Man United y un tiempo contra Guardiola. La Champions, siempre la Champions... La competición que nunca acaba ni queremos que lo haga. Todo empieza y acaba en ella... Desde esa segunda jornada en San Siro en Mojácar hasta la final Madrid - Liverpool en Roquetas, que no vi pero me vi forzado a oír, mientras leía Tintín en alemán. Otro anillo en el árbol. Ahora tras esa alarmante sensación de poder perder la ilusión por jugar entre semana, toca aflojar de fútbol, más que nada porque no va a haber, y menos escribiré. Bastante he hecho con soltar algo para cerrar la temporada. Me ha costado horrores. Con lo que yo era para bloguear, pero habrá que llegar al décimo aniversario con dignidad. Ojalá entonces ya hayas llegado, hija mía.

Antes, este verano hay mucho trabajo, me huele a cuerno quemao el equipito que va a quedar. Ya solo quedan por dilucidarse el tercer ascendido y un par de billetes a Catar... Y un poquito de Nations League, vale. Volviendo a lo único, a mi Atleti, yo ya, como se tatuó Gennaro Savastano en Gomorra, para el curso próximo, y en todos los ámbitos: "No confío ni en dios".