martes, 27 de abril de 2021

La gota malaya

Me siento en la necesidad de rescatarme a mi mismo buceando en esta zozobra para, paradójicamente, coger fuerzas y así alcanzar la orilla. Lo dejamos antes del parón de selecciones y nosotros seguimos parados, empeñándonos, a falta de ser tonto útil en esa farsa lucrativa que era todo lo que "no estamos orgullosos de ser", en recrear una Superliga en España, a coste de la pecheada padre. 
Un equipo ejemplar se ha tornado en el hazmereír sin siquiera haber aún claudicado por un factor tan difícil de gobernar como las dinámicas, que son las madres de las rachas y las abuelas de las plagas de lesiones, la inevitable caducidad de las defensas de tres centrales y demás putas mierdas. Se da ya por hecho que el Barsa se lleva esto porque el Madrid da por hecha su Champions, y encima el Sevilla es tratado como equipo honorable y pundonoroso en contraposición de nuestro esperpento. Apestados, ultrajados, burlados antes de ser apuntillados. No podemos negar que hemos dado razones con creces. En esta cuesta abajo desde febrero no nos hemos cansado de derrochar puntos hasta dejar la broma de los colchoneros y el colchón tornada en una esterilla de playa en la que echarnos a llorar de impotencia. Todo el mundo da por ganador a cualquiera menos a nosotros, desde los comentarios unineuronales del marca con los que me mortifico tras cada derrota a la gente que sabe de qué va esto y que ha visto muchas películas en forma de desenlaces futboleros. Esta agonía no es menos por haber experimentado crueldades similares, porque en nuestro exclusivo hocico también hemos saboreado rotundo éxitos, lo que duplica el dolor, porque sabemos lo que se disfruta un título. Siempre en el purgatorio es el destino del seguidor del Atleti. Tan lejos y tan cerca del resto. Nos preguntamos probablemente ¿qué necesidad teníamos de esto? De ver al globo perder aire en esta eterna prórroga lisboeta. Me pregunto yo: ¿por qué un tío que la cagó en una de las dos finales de copa consecutivas perdidas nos mete un golazo a balón parado y su equipo muerde cuando nos jugamos la vida? ¿Por qué mientras veo el partido odio al rival por ir a muerte en vez de culpar a los nuestros? ¿Podré seguir un partido trascendente enterándome de la táctica en vez de ver aturrullado una nebulosa verde? ¿Por qué siempre pienso que Marcelino me cae gordo pero que acabará entrenando al Atleti? ¿¿¿Ganaremos la liga que ya está perdida??? Preguntas sin respuesta excepto la última, que como mucho en cinco jornadas la tendrá, y que aunque que nos torturemos dando por sabida la respuesta no sabemos un nabo. Hemos de esperar estoicamente, velando armas con la fe por armadura como atléticos que somos. Por ese mismo motivo nos sabemos capaces de lo mejor y de lo peor, y solo queda agarrarse a esa tabla para llegar a Elche, que también estaba por ahí allá por 2014. Ya puestos prefiero ir valiéndonos solo ganar todos los partidos porque así se llegará antes al Gólgota, quién sabe si resurrección mediante.
Creo en mi propia fe, pero no sé si creo en ganar o tan solo es la ceguera de esta bendita pasión, del saber que pase lo que pase estamos gustosamente enredados en ella, por mucho que a veces desesperemos. No releáis, ni yo sé qué significa este sin sentido que acabo de soltar. Solo quería dar la cara como hice el lunes cuando paseaba a mi perra con mi chándal y mi camiseta reglamentarias. Me sentía como un profeta superior, o más bien un mártir orgulloso ante ese plebe romana imaginaria en sus cuádrigas motorizadas, deleitándome en pensar que alguno se percataría que acababa de ver a un atlético de pura cepa. El cilicio mental sigue presionando, y así será hasta que esto acabe, pero lo he aflojado un poquito tras zambullirme en este mar de lágrimas contenidas. Media hora menos para la próxima. Vamos Ama, vamos Bati, vamos Pepe, vamos Hermano de Tallinn, vamos Don Tomi, vamos todos ostiaaaa. Ya lo dice un hombre con el que me he encariñado sobremanera estos últimos partidos por su pureza al representar nuestro sino: "Enamorados del Atleti de Madrid"... Y a quien no le guste que nos la coma.