martes, 23 de marzo de 2021

Peligrosamente preparado

Estoy más perdido que Diego Costa, pero ahora que se aúnan parón de selecciones y mis vacaciones, tengo que hacer mi declaración de la renta particular por adelantado, que cuando vuelva el fuego en tierras sevillanas estaré de nuevo con mis propias mierdas (obviamente sin perder un ápice de esta epopeya de temporada, quemando paseo tras paseo con el crío al son de Atletico Play, Big Zeta o audios errantes con mi sobrino Bati). Pero como esta noche solo tengo una bala, dejo gustosamente a un lado la bochornosa eliminación ante el Chelsea, como dejé en el tintero la entrada sobre la historia del equipo inglés... De hecho, a la mierda el partido contra el Alavés también. 

Se ha pasado de que nos dieran la copa por adelantado a que ahora nos tilden de gafes y pechofríos, como si estos jugadores no hubieran estado ya en algunas como esta. Tan bien se hizo que el demarraje en forma de puntos fue tan espectacular que, a mí no me jodáis, no ganar la liga sería un mazazo sideral, una herida de años de curación... Por eso esa victoria ante los vitorianos fue tan importante, un rival de tan abajo que nos hizo ver el pozo por unos segundos; con un tanto de un Suárez descoordinado hasta el momento de su golazo, con ese penalty tan tonto de Rambo Savic, empeñado últimamente en dilapidar su infinito crédito en forma de absurdos lances con los brazos, y con el culmen de la catártica parada de Jan, mientras yo no lo quería creer, no quería mirar, mientras limpiaba el WC de vómitos de mi esposa totalmente desnudo y suplicante de no dejar caer un eslabón más de este sueño que yo no pedí, de puro miedo a que se esfumara, y que nos llamó a filas sacándonos de nuestra zona de comfort en el momento más inopinado. Esa atajada la celebré más que el gol de Granada, o el de Éibar, o el de tantas muescas a esta a todas luces inolvidable liga. Me sudó la polla que me oyeran en la casa de al lado, y eso que les oigo hasta de mear, que se enteren que soy del Atleti, que también está ahí er tío cuando nos eliminan los blues de Europa con su chándal de hace quince años con el escudo en el bolsillo pa recoger al niño del cole, no sea que duden de mi colchonerismo. Si es que ya lo digo yo: el Mejor Atlético del Mundo.

La victoria en Villarreal tras la sangría de puntos o el gol de Llorente antes del descanso contra el Athletic de Bilbao, fueron puntos de inflexión positivos recientes, pero como esta parada de Oblak, ninguna. Con él, Suárez y Marcos por bandera, podemos llegar lejos tras el parón de selecciones, partiendo con una nada desdeñable ventaja de cuatro puntos: el problema es que sería pingüe bajo el prisma de cualquier otra temporada pero magra con los ojos de esta, que es la que importa. Y ahí reside el problema: es evidente que el equipo, incluso con todos de vuelta de la enfermería, no carbura igual, y que los enemigos, que ya están todos ávidos de puntos para cerrar objetivos, puede que hayan olido la sangre en vez de agachar las orejas a su paso por nuestra casilla. Haciendo uno como que no ve al Madrid, el Barsa, que parecía digno de lástima hace unos meses, ahora es el candidato total, y no puedo, por mucho que me joda, poniendo un ojo en el calendario, evitar pensar que tienen más papeletas que nosotros. Esa duda de fe tiene menos de psicología inversa y cábala de lo que a mí me gustaría. Pero pshé! Creo! A pesar de todo creo en este equipo, y no lo hago por lemas como el 'Nunca dejes de creer' ese de primero de hincha del Atleti que está ahora tan de moda, sino porque si creí en Lisboa cuando empató Ramos, si creí el día del no ascenso en Getafe, así como creí en la segunda parte de la final del Camp Nou de la 13/14, ¿cómo no lo voy a hacer ahora? ¿Qué menos que eso? Además es que es algo innato, y una puta cosa se nos tiene que meter en la cabeza a todos los que andamos zozobrantes: es normal sentirse así, joder. Nos guste o no, sabemos que son ocasiones únicas, y no nos movemos tan a gusto como nos gustaría en este piso del rascacielos. La clave está en que si lo diéramos por perdido no estaríamos así. Lo que no puedo negar es el, obligatorio diría yo, correspondiente miedo a perder, máxime en esta liga. Siempre he dicho en la época reciente que ya había vivido todo en el fútbol, bueno y malo, excepto ganar una Champions, pero un desenlace como el que puede atisbarse si uno se pone pusilánime o con un puntito de pesimismo... Sería atroz, vil, inhumano, tanto que ese daño lo llevo sufriendo con carácter retroactivo desde este último mes. Eso sí, como la ganemos... Ay...

Es posible que no vuelva a escribir más hasta el fin de la liga, y ahí sabremos si hay un atlético o una atlética más en la familia, habré puesto mi banderín en la nueva furgoneta de padre que ha arrojado la toalla (¿no, Santos?), y por supuesto, habré dejado este miedo. Ahora parón de selecciones mis cojones: pensaba que iba a gozármelo como un oasis previo, pero mi mente ya está en Sevilla, velando armas en el Pizjuán, de hecho mientras me escribo esto me he zampao media bolsa de frutos secos que tenía maquiavélicamente guardada para el susodicho partido.