sábado, 15 de agosto de 2020

Cuando eres tú el que deja

Un dolor raro, sin el amparo de ser el David derrotado con la honda desencordada, ni el consuelo que da esa sensación de haberse dejado la piel en pos del objetivo (a la escasa cantidad de faltas me remito). Una decepción tan grande que opaca la crueldad del desenlace, que hace que olvidemos el penalty a Saúl o la zozobra por los PCR excepto para recalcar aquí nuestra tristeza por otros motivos. Un indudable exceso de confianza, de sentirnos favoritos, yo el primero, por nombre más que por argumentos. Un gran equipo enfrente con la bula de la sorpresa del que aún no es temido, como nosotros hace seis años. No deberíamos habernos creído favoritos, pero lo éramos, y aunque se puso cuesta arriba, con la salida a lo Kylian Neymar de Joao Félix y el cortometraje de su exhibición, nivelamos. Hasta yo, consciente de la dificultad, atisbaba una orilla a lo lejos. Me veía durmiendo extenuado y satisfecho, planteándome escribir sobre los equipos de París al día siguiente, incluso esa misma noche. Entonces, tras estar acostumbrados a que quien nos mandaran al guano fueran los de la acera de enfrente, o su mejor amiga cristiana, esta vez fuimos nosotros los que rompimos la relación con la más preciosa copa que uno puede imaginar, y cuya única belleza reside en que no es nuestra. Quizá si alguna vez agarramos esas preciosas orejotas, recapacitemos y pensemos con el ventajismo de la victoria que no merecía la pena penar tanto, pero mientras, otra espina más al mismo tiempo que obviamos la dificultad y el nivel real de nuestras aspiraciones abrazando un recurrente complejo de Ícaro.

Y así acabó otra trayectoria europea, con Jan sensiblemente más tocado que nadie, en una ciudad en cuyos dos estadios más emblemáticos nos han clavado dagas de índoles tan diferentes como iguales. Luego la nube negra en la mente, sin recordar por unos segundos el porqué, el apego a la familia con culpabilidad por hipotecar mi felicidad bajo esta quimera, el arrepentimiento por estar mirando constantemente las noticias sobre los resultados de los tests, porque no quería no poder disfrutar de esta Champions, que tan de oportunidad histórica se nos había disfrazado bajo el partido único, y por último el cilicio mental tras pecar de reincidente... Porque sobre las cenizas de la eliminación de Turín hace más de un año, juré aquí mismo no volverme a ilusionar con esta copa... Pero cómo me voy a culpar, si estaba hecha a medida para nosotros (a pesar del 2-8 del Bayern o la exuberancia al alza del PSG): la sede, los rivales ya descabalgados, el momentum... Y otra vez  se nos olvida que el fútbol no nos debe una mierda, al menos al Atleti actual, cada vez más lejano del que se ganó reclamar ese premio al dios del fútbol. Quizá siempre hay una excusa para soñar, que insisto no sale gratis, con el salvoconducto que te da para ello el haber estado tan cerca recientemente, cuya penitencia es sentirnos tan aspirantes sin mirar el nivel de los competidores. Mientras tengamos esos anticuerpos en nuestra sangre rojiblanca, seremos más sensibles al dolor cuando suframos esta enfermedad cada año, pero a ver quién es el feo que prefiere no pasar este trance a cambio de la ilusión por progresar.

Sueños aparte, hace dos años estaba pasando la mejor noche futbolera de mi vida en Estonia. Hoy, quien se sentaba en el banquillo ese día ya no está en el equipo, y he de decir que me acojona bastante la salida del Mono, que ha trascendido más como técnico que como jugador... Como también lo haría que se fuera Oblak, que siguiera Diego Costa, que Trippier continúe perdido, que se añore tanto a Thomas, que Saúl vuelva al lateral izquierdo a tiempo parcial, que se traiga a jugadores que no casen con la forma de entender los partidos del Cholo... Porque sabemos dos cosas: que es el entrenador con el que mejor nos va a ir, y que a estas alturas no va a evolucionar en la forma de plantear los partidos. Esperemos que la próxima temporada la afrontemos rescatando armas del pasado, como las jugadas de estrategia (ahí me acuerdo de Germán de nuevo), la presión, la humildad, la faltita de marras, echarle ácido a la casaca de nuevo rico y volver a ser menospreciados porque nos ven molestar... En definitiva, inclinar la balanza todo lo posible para el lado de nuestra orgullosa identidad y confiar plenamente en que el chavalín portugués sea nuestro adalid en ataque para compensar. 

FORZA ATLETI

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