lunes, 19 de octubre de 2020

El equipo y el pueblo

Últimamente tengo que volver muchas veces a ese término que la mayoría podemos usar con morriña, con repelús, o con ambas cosas: El Pueblo. No tendría aquí la menor importancia si no fuera porque no paro de toparme con recuerdos de niño cada vez que ordenamos una habitación: equipaciones, relojes, llaveros, posters, calendarios a mano del añito en el infierno... Una gran parte del ecléctico elenco que yo llamo mis mierdas del Atleti. Encima leyéndole un libro a mi niño para que se durmiera, descubrí con orgullo unas actividades finales en las que mencionaba al Vicente Calderón en un imagina tu historia... 

Unas horas antes, mi estado de alarma personal y la zozobra que se cernía por la salida en falso tras la salida en falso del propio campeonato, hicieron que me perdiera gran parte del partido; solo vi unos 25 minutos. Me perdí el comienzo, del que he oído maravillas. Al parecer fuimos los Celtics de 2008 y Lemar se disfrazó de Rajon Rondo. Sí que me dio tiempo a ver al omnipresente Torreira, que si puede aguantar los partidos completos me vale y mucho. El que no aguantó fue Diego Costa, y en mi reverso más malévolo me alegré: ¿puedo ser más mezquino? ¿Acaso eso va a mejorar al equipo? Tengo la sensación de que Balaídos es un lugar donde cuando llegamos bien palmamos y cuando llegamos con el gancho sacamos los tres puntos. La similitud entre todas las visitas a la ciudad olívica es que siempre nos lo ponen difícil. Para todo lo demás, ¡Rambo Savic! El final del partido lo oí en la radio mientras volvía a donde comenzó todo. Ganó el Atleti, ganó además el equipo del pueblo, y encima perdieron Pili, Mili y de propina el Sevilla (por rival directo, no por mierdas territoriales). Definitivamente cuanta menos atención les presto, parece que los muchachos salen mejor del atolladero. 

Yo es que tenía otras misiones más importantes. Entre ellas, ir a la comunión de mi sobrino-nieto Darío "Trippier", un campeón literal de atletismo, que por tener una hucha del Atleti se llevó propina al donativo que ya tenía. ¿Seguirá mi hijo el camino difícil? Al menos desde los tres años reconoce el escudo, sin mucho hincapié por mi parte. Al principio pensaba que iba a dejarle elegir, no influenciarle lo más mínimo con el fútbol, ni mucho menos con el equipo que eligiera, pero con el tiempo me di cuenta de que si está en mi mano, tengo que actuar. Así algún día será Hernán quien volverá a Vélez-Málaga y probablemente descubra sus mierdas del Atleti, y entonces sienta el mismo orgullo que yo sentí este finde porque, aunque me despierte con el partido empezado y veo los goles al día siguiente, nadie es más colchonero que yo.


1 comentario:

Francisco Javier Ruiz dijo...

Orgullo atlético familiar, que nunca cambie!