sábado, 24 de diciembre de 2022

Espejismos y dualidades

Con más ganas que nunca en mi edad adulta ansiaba éste, mi séptimo mundial. Los deberes hechos en la víspera viendo documentales como FIFA Uncovered o las investigaciones de La Media Inglesa, ayudando con las banderas a mi hijo el nuevo vexilólogo de seis años, vídeos valorando equipaciones de cada país, el Fantasy con los amigos del antiguo curro... De todo mientras llegaba el día, que a mí me pilló volviendo de Sevilla, donde tras ver las camisetas más mainstream a mano me agencié... una del PSG por 14 eypos. La única conexión con el Mundial era la publicidad en su pecho. Debí de pillarme la rareza esa de olitas celestes con la que nos eliminó Marruecos, pero me pudo el ansia y el precio. Cuando oí narrar por la radio el comienzo del partido inaugural de vuelta a casa, el vello de punta.

Mucho hacía que la Selección no me generaba tanta ilusión. Una esperanza mesurada y radiante, amparada por un equipo, el de Lucho, libre de cargas y con pinta de candidato a semis, o como mínimo equipo respondón. Antes de seguir, hasta ahora no había sido realmente consciente del resultadismo de este tipo de torneos, del cula reniego a partir de hoy, porque es tan dependiente para tu devenir cuándo y con quién te vayas cruzando que es una vara de medir muy difusa, aunque ¿cuál mejoe en este caprichoso deporte? Es inevitable, pero también ha de serlo el partir de esa premisa. Se venía de unas semifinales de Eurocopa donde me reenganché a España al calor de esa grata sorpresa que fue su papel de menos a más (llegué a catalogarla la peor de la historia semanas antes). Luego la Nations League, que volverá en junio aunque a nadie excepto a mí le importe. Y después la cuesta abajo de Catar. Esta caricaturizada trayectoria de ascenso y caída de la Selección ha sido digna de estudio. Por mucho que lo de Costa Rica, que nos los puso de corbata en su duelo contra Alemania nos motivara, se atisbaron ya una admisibles alertas contra la propia selección germana en el segundo partido... Pero contra Japón ya se vio lo que se corroboró en la eliminación: una flagrante ausencia de plan B, o A' aunque fuera... Pocas veces acierto y esta vez fue fácil. Desde el minuto 60 o así del derbi de octavos, ya sabía el desenlace. Decepción por la Selección,  rabia momentánea por saber que otro país celebra en el tuyo. Y posterior alivio cuando esta gran Marruecos eliminó también a Portugal para no dejarnos un sabor de boca tan apestoso. Pasé de la ilusión desde el amistoso ante Jordania, el streaming cercano y la compra de la idea de los jóvenes sin miedo a resignarme a que este camino no tiene salida, porque no busca siempre la portería. Al contrario que dijo el asturiano en la rueda de prensa de la lista, sí que murieron miedo, y mi fe en Luis Enrique, que era la que tenía en España, murió. 

Tras el duelo siguió esta copa, que no quería que ganaran ni Argentina ni Brasil, in that order. Los primeros por pesados y ambos por arrogantes, malos ganadores y perdedores y por gozar de la permisividad arbitral necesaria. Al menos eso es lo que he percibido toda la vida. Y desde luego fue así con los albicelestes en todos los aspectos. Fueron justos campeones, pero siempre dio la sensación de que a la entrada o a la salida tendrían el colchón arbitral si la cosa se torcía, a los penaltitos me remito. Y no hacía falta! Hubieran ganado sin ellos. Por eso me jode tanto ese doble rasero, ya con VAR, que me hace ver lo condicionado que está el arbitraje para que te "inclinen", ¿verdad Messi? El tema es que a pesar del escozor de caer ante Marruecos, enemigo íntimo por la humillación que suponía fallar y que te lo celebraran en la cara, luego iba con ellos en sus históricas semis y me alegré de su desempeño, excepto en su lamentable salida del torneo en el tercer puesto de la siempre minusvalorada Croacia. ¿O es que ahí el resultadismo no cuenta? Si no supieran tirar penaltis otro gallo les hubiera cantado, pero eso es saber competir. Ese temple croata es digno de estudio. Bien por ellos y por Morocco, excepto en su lloro arbitral, que es peor que el mío contra los argentinos. ¿Cómo pudieron quejarse así en el tercer y cuarto puesto con ese penaltazo no señalado a Gvardiol? Ese partido es de los pocos que no puede ver, ya en Huelva por motivos de trabajo maritales. Mierda de wifi la razón. Y la final, menos mal que no la quité en el 70, porque cada cuatro años es esto y uno ha visto tantas cosas... Pero pocas como ésta. Excelente thriller de acción, cuya prórroga yo apenas vi mientras caminaba por Onuba. Los penaltis sí, para corroborar mi incipiente precisión en estas predicciones. Aunque había que ser imbécil para no saber que los argentos ganarían con su portero, otro imbécil integral, y su determinación. Lotería de los penaltis mis cojones. Ni la lotería es una lotería, porque solemos coger números relacionados con nuestra vida, como una fecha de nacimiento. Por zanjar la cuestión argentina, se  confirmaron mis temores. Lo de las celebraciones, digno de asco pena: peor de lo que me temía. Pero luego uno ve a sus hinchas copar cada partido las gradas, su animosidad, su pasión, y no puede más que sentir envidia: sana por ese amor loco por un equipo e insana por tener ese palmarés inalcanzable aquí. Que conste, justa ganadora la Argentina, y sobre todo me alegré por nuestro Angelito. Nahuel y Rodrigo Sex Paul son sospechosos habituales mientras no se demuestre lo contrario.

Tras desgranar a la Selección y al campeón, volvamos al transcurso. Durante el mismo, todo desluce cuando ya lo tienes. Aún así aproveché la baja de paternidad para ver los partidos que pude. Seguí una especie de ritual: en las vigilias de cada víspera hacia una especie de previa de cada partido, comparando enfrentamientos, oyendo a Paquetes y a Saber y Empatar y lo que se terciara: Siro, Maldini, Míster Chip... Sin descanso, sobre todo con el Fantasy, que era cuestión de estado ganarlo y así fue. Sacándole partido al youtube premium de prueba y al cable de la urbanización para usar los canales alemanes y así ver joyas matutinas como el Irán Gales o el Camerún Serbia, que sabiamente decidí ver a pesar de tener la mañana libre de críos. Me llamó la atención gustosamenre la igualdad que sigue subiendo y el hecho de que muchos grupos tuvieran partidos en la tercera jornada a cara de perro jugándose el pase, con desenlaces imprevisibles además. Incluso en grupos que parecían bastante encarrilados como el de Alemania y España o el de Portugal y Uruguay hubo sorpresas, ambas protagonizadas por asiáticos con total merecimiento, si bien creo que esta Alemania no era tan mala. Momentos memorables, porque aparte de los penaltitos, Argentina nos brindó conatos de tiros en el pie cada vez que la cosa se les ponía de cara, con la consecuente emoción adicional. Inolvidable ese duelo navajero contra los holandeses, donde sobró faltarle al respeto a un venerable como Van Gaal o traumatizar en la zona mixta a Weghorst. No faltó la típica eliminación anticipada de alguna favorita, escabechina magrebí aparte, como la de la danzarina Brasil. Qué decir de las decepciones, alguna previsible (Bélgica) y otra no tanto (Dinamarca). Digno papel de todas las selecciones menos Catar. 31 selecciones tuvieron algún momento memorable que llevarse a la boca de la historia. Como Canadá y su primer gol en un Mundial o las primeras semifinales de un país africano. Tiene gracia que Messi consiga el Mundial justo el año en que falleció O Rei Pelé. Insisto. No se debería de juzgar tanto a un jugador por brillar en un torneo cortito, que diría el Cholo, como éste. Aunque por mucho que digamos, lo que guarda la retina y la memoria son este tipo de duelos, y se queda bien grabada la marca de la fracción del cuadrante donde uno dijo basta o donde le calzaron una bata. Por los siglos de los siglos.

Fue un gran mundial, el último con 32 equipos (se atisba calamidad en el nuevo formato). Qatar 2022 fue inolvidable como todos, pero me asqueó la confirmación de que el VAR enreda más que ayuda, lo cual me hace odiar lo que rodea este deporte y ser conspiranoico. De las cacicadas y ridículo de los anfitriones, mejor no entrar, que bastante tengo yo. Ni el primero ni el último, aunque aquí se pasaron. Mientras tanto, yo ya he mirado lo que hay el año que viene de fútbol de selecciones, que me encanta. Voy desbridando la capa de pereza que se interpone entre mí y mi Atleti, y ahora aparquemos la parte más intensa, romántica y geopolítica del fútbol para volver a la cruda y podrida realidad de nuestro equipo. Solo quería dejar breve constancia de cómo seguí algo tan grande como un Mundial y tras varios días pude. 

Huelva, diciembre de 2022.

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