Comenzaba el día muy futbolero, acomodando a mi cuñado en las afueras del Vivar Téllez para ver de gratis el Vélez-Antequera del grupo IX de Tercera. Tras saludar a Calatayud, volvía a casa y me cruzo con un desgarbado chaval con pinta de pajillero y una camiseta del Atleti. Le dije algo que ni me acuerdo para motivarle, pero no las tenía todas conmigo, de hecho no quería ni pensar en el partido. Maricona de mí, tenía ganas de que mis padres alargaran la visita a la Axarquía para tener una excusa para no verlo. Fue así solo en parte, y tras cagarme en hebreo por la mala conexión que había ayer en casa, recordé que mi vecino me había ofrecido ir a verlo. Aunque había rechazado cortésmente la propuesta (la otra vez me llevé un 0-3 del Madrid de propina), mi puta ADSL me hizo cambiar de opinión.

Como habrán podido inferir, no vi la primera parte. Me han hablado maravillas de ella y, aunque seguramente no sea para tanto, me hubiera gustado verla. Qué tiempos, en los albores del blog, en los que me descargaba partidos si me los perdía para verlos a doble velocidad y saber de qué hablaba. Como si eso importase... En esas me encontré en casa del vecino, supermajo el hombre, edulcorando la tensión del partido hablando de lo inevitable: bebés. "Mi niña come esto", "Pues mi niño zampa lo otro"; "Mi niña dice esto", "Pues mi niño balbucea lo otro"... Y llegaron los goles (celebrados con silenciador por ambas partes) de una película que hemos visto ya taaantas veces... Pero no por ello jode menos. Somos incapaces de ganarle en liga a estos cabrones. Da igual que estén decadentes y bajo mínimos y que nosotros vengamos entonados de Champions como ayer. Siguen sucediéndose los 1-2 con fútbol rácano. Ni rastro de aquellos impredecibles Atleti-Barsa de frenesí goleador. Ni de coña cambiaría esas montañas rusas pre-cholo a los actuales: me basta con quedarme con los de la copa de Europa. Pero los de liga han desencadenado una pusilanimidad sin precedentes en mí. Cuando empató Godín con esa jugada que tanto añorábamos, sabía lo que venía luego, lo sabía hasta mi sobrino del Madrid:
...Y así fue. Aunque había sido un día de cosas extraordinarias, como que el Antequera gane 0-5 al Vélez y mi cuñado vea todos los goles en el fondo que le había recomendado, hay cosas que nunca cambian. Que Ibrahimovic no pare de marcar esté donde esté, que los entrenadores sean despedidos como punto de inflexión aunque te hayan hecho campeón, o que Messi... Así llegamos al minuto ochentipico, y mi vecino dijo: "Es raro que Messi no haya aparecido". En un alarde de lumbrerismo, como si Rajoy me poseyera, le contesté: "No ha aparecido porque todavía no ha aparecido." Porque el argentino, cuando está en Mongolia es aún más peligroso, y con un gol de navajero nos quitó un empate que no hubiera estado nada mal a esas alturas. Vaya goles por cierto, de los que te provocan un esguince de maxilar y sobrecarga de ceja antes de entrar con tanta puta carambola. Por si acaso, la próxima solo aceptaré la invitación si es un Madrid-Barsa.
Esta vez no hubo que terrenizarlos, porque este Barca no está fino; les jugamos de tú a tú y ni por esas. Por eso jode más no haberles eyaculado la senyera. Al final el único premio que saqué del partido fueron unas natillas Pedialac que no le gustan a su hija y al mío le pirran. Aún queda mili, pero ahora sí que sí hay que soslayar más a Donosti que a Nervión (ni de coña tampoco me cambio por su feria y su tamborrada). Al menos si logramos ser cuartos, el mono-loguista con FP en jardinería que tienen por entrenador no sería el último en celebrar algo en nuestro estadio. Entre ese tío, el resultado, y que me dio por meterme en los comentarios del Marca, la mala hostia alcanzó la máxima del mes. Hablando de máximas, ahora que sale Trainspotting 2, como yo no soy Mark Renton, digo lo siguiente antes de irme a seguir programando:
Elige no ponerte una camiseta del Antequera para evitar líos, elige comprarte un traje de boda en una amplia gama de bajos putos precios, elige ir a Samsung a que te arreglen la tablet en vez de rootearla tú, elige comer en el Vips en vez de en casa, elige recoger la ropa tendida los domingos por la mañana, elige escribir en tu blog en vez del de la empresa, elige estar agachado y ver dibujitos con el niño en la alfombra, mientras llenas tu boca de patatas del Metadona, elige disfrazarte de padrazo, limpiando meados y cacas de un pequeñajo, siendo un modelo aceptable para el proyecto de persona que tienes delante, acomoda su futuro, divide tu vida.
Pero ¿por qué quiero yo hacer algo así? Yo sí elegí esas cosas, y otra me eligió a mí. ¿Y las razones? No hay razones.