♪ Si me leen, es porque están muy despistados, muy aburridos, o bien son unas cotillas que sienten cierta curiosidad por ese toque personal que intento darle a las cosas, esquivando en lo posible lo meramente futbolístico. Así que hoy, con algo parecido a un jet-lag transoceánico tras haber ido a Portugal sin más entradas que las de este blog, escribo lo que me transmitió el partido desde que empezó esta expedición: una de las experiencias de mi vida sin duda. Es mejor centrarse en las sensaciones tras un amargo desenlace como el que se vivió la noche del sábado. Además, hoy más que nunca ¿qué cojones os voy a contar ya que no sepáis? Un día que pasará a la historia rojiblanca y del fútbol mundial, pero en la que al igual que hace cuarenta años nos toca desempeñar el papel de derrotado. Es quizá la crónica que más tristeza me produce, pero por descontado la que rezuma más orgullo. No pretendo que lo entiendan, tan solo que lo acepten.
La víspera del partido estaba todo listo, y me dispuse a matar el insomnio viendo el documental de Teledeporte en el que se hablaba de la final de Bruselas. El partido ya lo había visto, pero fue un placer ver imágenes para mí inéditas de los jugadores de la época y su modus operandi. Tras elegir la camiseta del Atleti que me iba a poner decidí sacar dinero antes de partir, para ir quitando trámites de en medio. El cajero se traga la tarjeta. Eso solo hace que vaya prácticamente a merced de mi compañero de andanzas, pero no importa. Eso sí, la camiseta elegida (fuera de casa 02/03) se queda en casa y me llevo otra nuevecita de Uruguay con Forlán en la espalda. El viaje de ida fue placentero, aunque por desgracia no puede decir lo mismo un pobre conejo extremeño al que atropellé sin querer. DEP sin coña ninguna. El viaje continuó a ritmo de clásicos British mezclados hábilmente con música portuguesa y futbolera. La sensación de adelantar a hordas de autocares rojiblancos en tierras lusas fue inolvidable. Así llegamos a Lisboa, el sitio en que debíamos hacer historia. Me sentía especial, pero más se querían empeñar en hacerme los de la tele. Tras preguntarme de dónde venía y con qué sensaciones dejaron ese archivo audiovisual en el baúl de los recuerdos. No salió y me importa una mierda. Ni se lo dije a mis padres.
Poco a poco la ciudad se iba poblando de ambos bandos. Ya he dicho varias veces que soy del sur, y allí ser del Atleti es poco menos raro que saber tocar la balalaika o haber visionado toda la filmografía norcoreana. Por lo tanto, cualquier atlético madrileño que me lea, no se hará una idea de lo gratificante que es sentirte en tu tribu por un puñetero día. Turismo hacinados en tranvías y metros, con algún gili que otro. Una decepción muy grande ver el estadio tan cercado y desde tan lejos. No era el mejor día para ir, pero si no es por el aliciente de la final cuesta mucho arrancarse a ir de Málaga a Lisboa. Pasteles de Belém, limosna al primer mendigo que ví para subir el karma rojiblanco de cara a la final. No toqué tampoco las figuras que hacían referencia a la final si éstas se parecían lo más mínimo a la Copa de Europa. Había que maximizar las opciones de victoria incluso desde gilipolleces como esa. Todo iba a pedir de boca excepto por el cansancio y dolor de tarro que me invadió tras el almuerzo. No me avergüenzo de decir que en ese momento el partido no estaba en mi cabeza, sino una presión que reventaba los párpados y las cervicales. No había dormido mucho antes de partir a las 2:00 de la madrugrada y lo estaba pagando... Aproveché la coyuntura para hacer algo parecido a una oración (y cerrar los ojos como el que no quiere la cosa) en Sé Catedral, en ella en absoluto pedí por el partido: el Atleti es de todo menos celestial. Y Neptuno ya sabría lo que tenía que hacer. Su imagen en el suelo del Padrão dos Descobrimentos me reconfortó.
Y así siguió la tarde, hasta que me rendí al sueño en el coche y dejé volar libre a mi amigo vikingo. Luego fue más fácil de lo previsto encontrar un lugar para verlo. Restaurante O Cardo. Imagino que fue un acierto retransmitir finalmente el partido en las fanzones para liberar el resto de sitios: no se pueden imaginar la cantidad de gente de ambos bandos que había en la ciudad. Tras tratar de cenar rápido y pronto para centrarme en el juego, comenzó el partido más importante de la historia del Atleti desde que lo conozco. Muy bueno el Bacalhao Grelhado, al igual que el Frango del mediodía mientras intercambiaba impresiones con los dos atléticos que ya había en la mesa. Buena costumbre esa de optimizar el espacio, máxime en un sitio tan pequeño como Casa Liege. Así comenzaba el duelo, Atleti contra Real; SuperBock contra Sagres. Pintaba bien la planta del equipo, sin concesiones tontas excepto un fallo en la salida de balón que por poco cuesta un gol. Además sacamos petróleo en el gol de Godín. Pero quedaba una eternidad. Teníamos un cambio menos, que a la postre sería clave, y el Madrid comenzó a venirse arriba. De boquilla decía que era cuestión de tiempo que empatasen, en una suerte de psicología inversa. Estaba yendo todo bien. No se podía escapar, pero aún quedaban un par de minutos y medio.
"El Atleti campeón de la Champions"- dijo un gilipollas integral y supuestamente de los nuestros. "No digas esooo" - le increpé (¿Cómo puede decir eso un aficionado del Atleti?). Confianzas cero. Pero va y centra Modric, se oyen gritos en el bar de al lado, que iba unos segundos por delante. El tiempo paralizado. Parece que no va a entrar. No puede ser. Gol. Nunca demostraremos si fue porque un individuo formuló esas palabras prepotentes indignas de un seguidor colchonero, pero en mi universo paralelo sí. Eso desniveló la limosna disimulada al transeúnte en la mañana, y la oración desinteresada en la Catedral para pedir tan solo una vuelta sin incidentes en vez de pedir el oro y el moro. No me avergüenza reconocer que restallaron lágrimas que no llegaron a mojar el párpado, pero eso fue tras un grito de Atleeeeti (iniciado por el mismo imbécil que fomentó el gol del empate) que me hizo merecer la pena la horas de cansancio. Quedaba otro asalto. Necesitaba recargar tanto como los jugadores. Mear por enésima vez también. Ahí les juro que estaba convencido de que era posible aún. Imagino que la mayoría pensábamos eso a pesar de que Ramos se disfrazase de Schwarzenbeck minutos antes. Esta vez tenía que ser. Yo veía penaltys. Ya lo dije cuando los de Cuatro me entrevistaron incrédulos y les dije que venía tras hacerme siete horas de coche por amor a unos colores. La primera parte del tiempo extra transcurrió amortiguando el supuesto efecto psicológico que ese gol tendría en el partido. Pero la segunda, sin apenas fuerzas ni brillo, y de nuevo con el puto desfase en las teles de los bares, me anticipó el nuevo gol que nos ponía por detrás tras haber estado a segundos de conseguirlo. Quizá ese intervalo fue más sádico, pero también redujo la punzada que me azotó tras el tanto. Ahí seguía creyendo, aunque estaba fuera de mí, murmurando como una vieja reza el rosario palabras de ánimo, como si eso fuera a repercutir en que alguien metiera el empate, o cortara el disparo del tercer gol. El cuarto ni lo ví, nos enteramos por carretera. Así me ahorré la serie de despropósitos del final, aunque luego no dejó de producirme lástima la celebración de Cristiano tras ese gol. También me disgustó que Simeone entrara al trapo del niñato ese que tiró el balón, porque luego parece que no sabemos perder, y NO es así, aunque tampoco somos gilipollas. Este equipo y los buenos atléticos sabemos perder y ganar. Marcador duro, resultado justo. Como hace cuarenta años. Pero no tiene por qué ser así siempre. Por mucho que transmita supersticiones en cada partido dramático, cada vez me doy más cuenta de que el destino se escribe sobre la marcha y que todo es posible. Este equipo nos ha llevado a una odisea inolvidable que espero tenga continuidad la próxima temporada. Por desgracia o por suerte no sabemos qué pasará, pero yo ya pienso en la Supercopa de España y en el próximo partido de liga, lo mismo voy y no me pierdo la entrega del trofeo. Porque no olvidemos que somos Campeones de España. La derrota, ya dos días después, queda mitigada por tanto orgullo que siento por este equipo. Una suerte de morfina contra el dolor de no saber cuándo se volverá. Esperemos que no desmantelen al equipo y que se siga trabajando en la misma línea ascendente. Ahora solo quedan dos cosas: felicitar al rival, que ganó en buena lid, como dice su puto himno, en el cual aparece mi apellido (adalid); y por otro lado dar gracias infinitas...
...Gracias al cuerpo técnico, encabezado por Simeone y seguido por Germán Burgos, el Profe y demás nombres que me avergüenzo de no saber al dedillo. Gracias a los jugadores, del primero al último que se haya dejado la piel esta magnífica temporada. Gracias a la afición que ha viajado con el equipo o animado desde casa. Gracias a la gente que le late la pasión por este equipo y alguna vez ha sido partícipe conmigo la misma, ya sea intercambiando un gesto de complicidad o simplemente escribiendo una noticia en su blog colchonero. Gracias a familiares (en especial a mi sobrino y mi cuñado) y amigos que han vivido conmigo los partidos o me han aguantado hablando de los mismos permitiendo mi desahogo: perdón y gracias. En este apartado mención especial a mi pareja, por ser la principal afectada y para colmo no poder venir a este viaje cuando ella formaba parte del trío que prometió ir allá por febrero. Y gracias muchas a mi compañero de aventura Jose Miguel, más raulista que madridista, que el hombre ni vio el alzamiento de la copa ni el último gol (porque no le dio la gana) y seguramente por deferencia a mí, aunque de buena gana le hubiera dejado disfrutar ese instante. Lo dijimos y lo cumplimos, eso es de ser grandes. Gracias también a mí mismo, qué coño, por elegir al Atleti y saber sacar siempre lo mejor de la montaña rusa de emociones a flor de piel que es esta religión. Gracias a los jugadores antiguos que me han marcado, sobre todo los héroes del 74, de los que me acordé muy mucho en los minutos finales del partido. En especial de Don Luis por motivos obvios y del Señor Gárate: el otro día cuando se le quebraba la voz recordando lo cerca que ellos estuvieron de lograrlo me constató aún más lo grande que es. Si imprimen este testimonio y lo ponen al trasluz, verán una marca de agua con el escudo del Atlético de Madrid. Gracias Atleti. Gracias. No es por tirarme el rollo, pero nunca lo entenderéis si no estáis dentro.
Dije que esta iba a ser mi última crónica. Ahora no estoy tan seguro. Lo que sigue siendo cierto es que intentaré meter un contenido más romántico-histórico, en lugar de seguir como una lapa la evolución del equipo. Clubes curiosos, partidos legendarios, jugadores míticos, controversias varias, y siempre el balompié como piedra filosofal. Pero hoy no podemos acabar sin volver al tema principal. Concluyo afirmando que estoy convencido de que volveremos, y para ganar. No porque el destino nos deba nada, sino porque tenemos un par de huevos y tarde o temprano nos llegará nuestra ansiada Copa de Europa. Cabeza arriba. Nos leemos.
3 comentarios:
Cabeza alta.
Muy alta.
Gracias a ti campeón por llevarme a Lisboa. Viaje inolvidable independientemente del resultado.
Buenos dias. Soy del Madrid y quizas no te lo creas pero hubiese preferido que le diesemos ese palo a cualquier otro equipo. Os deso que la ganeís pronto... siempre que no sea contra el Madrid.
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