El destino sigue amagando con darnos una bofetada sideral. El Atleti salió a un campo engalanado y dispuesto a celebrar el título, cayó a las más abisales profundidades, volvío a la superficie y ahora espera para desenvainar en un último asalto ante un Barcelona al que parece que le invitamos a una copa con el ahínco del bebedor chulito que quiere emborrachar al abstemio bonachón. Huele mal, pero yo, muy en el fondo, creo bien. Por mucho que mi subconsciente viciado por esa falsa leyenda negra que la gente endosa al equipo me invada por momentos. Les pido que me nombren una vez más aparte de la final de la Copa de Europa del 74 en la que el Atlético de Madrid haya tenido mala suerte morrocotuda. A ver si ahora por no ganar trofeos con la frecuencia de otros vamos a ser el paradigma de hazmereír cuando infinidad de equipos ni sueñan ni soñarán con el palmarés de... digamos el último lustro. Intentando dejar atrás la impotencia y decepción, y ciñéndonos al partido, no se ha hecho un partido arrollador pero sí para ganarlo. Aunque un Málaga que solo trataba de perder tiempo y que no es manco por poco no se lleva la victoria. Me sé yo de uno que no va a pisar La Rosaleda mientras se acuerde: todo el año se han tocado los cojones excepto en tres o cuatro partidos. Y no me jode tanto por hoy, sino por el resto del año. Hoy han hecho lo que tenían que hacer, como el Levante la pasada semana. Le pese a quien le pese (a mí por ejemplo). Volviendo a mi equipo, se ha notado la baja de Diego Costa, pero independientemente de eso: ¿qué les vamos a reprochar? Este año también ha habido partidos en los que se ha ganado sin marcar mucho la diferencia, así que es lo más normal del mundo que haya días aciagos como el de hoy. Tiene que ser difícil estar tan cerca de un objetivo tan utópico en un principio, seamos francos. Afortunadamente, en la final del próximo domingo nos vale tanto la cara como el canto de la moneda. Eso sí, delante estará un Barcelona al que ya no le acomplejarán sus malas actuaciones. Ambos se han clasificado para la final, y el ganador será el justo vencedor. En el post-mortem de Vujadin Boskov, "Fútbol es fútbol" más que nunca. Yo ahora espero que mi desánimo vaya dando paso poco a poco a la motivación de una cita que muy pocas veces se habrá dado en la liga. Quedan siete largos días de estar suspendidos en el suspense con puntos suspensivos... Habrá que centrarse en el trabajo, la novia, distraer la cabeza todo lo posible, no abusar de las charlas atlético-atlético y atlético-madridista/barcelonista y esperar el único final admisible. Por tus muertos Alfred no me jodas... ¡Dile algo tú Neptuno!
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