jueves, 14 de marzo de 2024

El opio del Atleti

Cádiz, tan presente en mi vida últimamente, fue una daga que neutralizó mi mono de Champions. Me dejó indolente, tristón a lo sumo. Incluso llegué a afirmar, sin arrepentimiento, que se podían meter la eliminatoria por el culo tras los esperpentos fuera de casa, tan grandes que, para compensar en esta cábala infinita que es el propio Atleti, no descartaba pasar a pesar del equiparro que era (y es) el Inter. Eso sí, faltaría más, ahí estaba yo con mi pantallita, jugándome una multa de Tebas, preguntándome a cada respiro que me tomaba en saques de puerta y demás el cómo sería estar ahí para vivirlo in situ. Para ser lo que fue esta noche inolvidable, no sufrí demasiado. El gol de ellos lo vi entrecortado y ya en repetición, con lo que la punzada fue menor. Luego el empate rápido. Se podía... aunque poco, y sobre todo, faltaría más, nunca di la espalda, me crecí paulatinamente, y aunque vi que los italianos eran mejores que nosotros durante gran parte de incluso la vuelta, y que por ratos no jugamos ni un pimiento, le echamos unos huevos como los que le agarraron a Savic, sin roja (al revés todos sabemos qué hubiera pasado) del Thuram este que ayer fue un bluff. Esta competición, de nuevo para bien o para mal, es lo mejor de la vida, y su picor en mi pecho iba haciendo efecto de forma inversamente proporcional al infiltrado tobillo de Antoine. Pero los cambios fueron buenos (hoy no es día para putear a nadie). Los escopetazos de Memphis atisbaban el paraíso. Luego la fallada de Riquelme (le falta músculo a este chaval pero le sobran pelotas). Ahí no podíamos evitar mirar a hace dos años, el City, y seguramente se preguntarían algunos si bastaba con darlo todo y llegar a la orilla ahogados, yo ni tuve tiempo para eso... Llegados ai rigori, a los que llegué con la mente limpia y con un año de Duolingo italiano a mis espaldas, yo SIEMPRE confié en Oblak como parapenaltis. Con él me vale siempre. Estos trances, para bien o para mal, son más llevables en el directo que cuando los imaginamos. Cuando estamos insultando a los tiradores rivales y apoyando con palabras a los nuestros, fruto de la desesperación, no hay tiempo para tanta angustia. Si acaso la cosa como anoche fluye bien, vaivenes, gritos sordos sin lágrimas, ansiedad desatada y finalmente felicidad sucia.  Hacemos lo que no hace nadie, ya sea para lo fatal o para maravilloso, como fue el caso anoche. Algo adictivo, para querar más, el año que viene y por supuesto éste. Hoy no hay espacio para los efectos secundarios de esta droga. Hoy, al contrario que en la víspera, lo que me da igual es la Copa del Rey, me da igual hasta la liga (esto serán pocas horas), me da igual todo, con tan solo poder vivir otro sorteo, donde los guiris y los nazis enteraos nos ningunearán como siempre, con lo que eso me gusta y jode. Esperemos, por diossss, que sin un puto español como rival, al menos en cuartos, y a disfrutar, al menos, de otras dos pipas bien cargadas de nuestro opiáceo orejón favorito, y al parecer también el de los jugadores, porque estos cabrones se estaban reservando para hoy en cuerpo y mente. 



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