Más de año y medio ha tardado la fortaleza rojiblanca en volver a ser mancillada. Todo un orgullo de equipo, que ayer puso fin a su racha inmaculada de éxitos continuados en el Vicente Calderón. En esos 19 meses, para que se hagan una idea, el Villarreal ha bajado a segunda y ha ascendido para jugar este año en Europa League, Falcao ha pasado de ser el buque insignia colchonero a chupar banquillo en Old Trafford, yo acababa de mudarme a Málaga y hace una semana que dejé esa vivienda, y en esa penúltima derrota ante el Barcelona por 1-2, de la que no hice crónica, marcó Villa, que hace ya tiempo que se fue de nuestras filas. Se daban muchos ingredientes para que pasara lo que pasó en este último partido en casa del año. Sobre todo el ambiente enrarecido, con demasiado dióxido de carbono. El estadio, sin la coordinación del fondo sur, que lo queramos o no orquestaba la animación, tiene que encontrar aún su rumbo y homogeneizarse para ir todos a una. De todas maneras yo, que solo vi la segunda mitad, percibí buenas sensaciones. No me cabe duda de que aunque se pueda perder parte del carácter caliente de cara a jalear al equipo, el núcleo duro de aficionados colchoneros, sean de la localidad que sean, piensan como yo y animarán todo lo que puedan. Eso es más importante de lo que parece, es un factor a tener en cuenta, pero indudablemente, había enfrente un rival que nos jugó bien, y llegó mucho más entero al final. La efectividad de otras veces, que nos permitía controlar el partido tras ponernos por delante, no apareció, y nos encontramos con este patinazo sobre un hielo que anuncia fríos tiempos. El Villarreal desactivó a Arda, y cuando el turco se desmelenó en una jugada de genio, el árbitro se equivocó (ya sé que también obvió un penalty de Gabi), y anuló un tanto que celebré, rompiendo mi costumbre de esperar a estar seguro de que es válido. No aprendo... Por cierto, hablando de croata, que es uno de mis ojos derechos, me gusta su omnipresencia en el campo, pero temo que eso merme su capacidad de cara a puerta. Una pena la ocasión que marró poco después ante un resentido Asenjo, que puso su granito de arena en la victoria de su equipo. Un equipo castellonense que tuvo menos tiempo de preparación, y ahogó como nadie hasta ahora a los de Simeone. Si a eso le sumamos las peligrosas llegadas lideradas por Vietto, obtenemos el resultado final. Es sorprendente este delantero, que hasta hace poco no sabía ni quién coño era y que parece muy muy interesante. Los cambios, más ofensivos que otras veces, partieron al equipo: no se puede acertar siempre. Eso va para la gente, entre la que me incluyo, que pedimos a veces más mordiente en sacrificio de uno de los mediocentros. Se perdió como se pudo haber empatado y como tantas veces ganado. Nada que objetar a un rival que lo hizo fenomenal y que tan solo me decepcionó con las declaraciones previas de su entrenador, que como otros se subió al carro de que el Atleti "raya la ilegalidad"... lamentable, ¿pero qué va a hacer el hombre? Pues barrer para casa no te jode...
Se acerca el invierno, y los huargos del Cholo, haciendo un penoso símil con Game of Thrones, tendrán que hacer frente a numerosos peligros inmediatos. Para rematar el año queda cerrar el trámite copero (en enero viene el Mandril) y rendir visita a un feudo imponente pero en el que el año pasado dimos no uno, sino dos mandobles. El partido de San Mamés, unido a esta derrota en casa, podría dejar unas sensaciones posiblemente injustas en un año mitológico, y es ahí donde considero que hay que valorar la grandeza de este equipo, y que una derrota como esta, que escuece por lo inesperada, no ha de mermar la confianza en los nuestros. Veo al equipo con capacidad para mantener el tercer puesto, y a partir de ahí, soñar con el resto de competiciones, que serán durísimas a partir de ahora. Que cuenten con mi apoyo para la guerra. Forza Atleti, gracias por existir.
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