Las dos victorias de la semana pasada, además de para parar la hemorragia de puntos en liga, han servido para ver florecer innumerables artículos que cacarean que vuelve el Atleti como si de un viejo grupo de rock se tratase. Como si el Cholo y el Mono aplicaran una copia de seguridad datada en mayo de 2014 al actual andamiaje. Pero, en mi humilde opinión, la partitura sigue siendo la misma, otra cosa es quién la interpreta. El factor Tiago, y con esto no estoy descubriendo la pólvora, es lo único que ha generado tal nostalgia mediática y supuesta vuelta a lo vintage. El astrolabio que es el portugués en el medio nos hace más robustos, y aunque probablemente no volverá nunca al ionosférico nivel de comienzos de la pasada campaña, el de Viana do Castelo se postula como pieza de máxima utilidad una temporada más. La lesión de tibia que sufrió, ironías de la vida, hace ahora un año, sumada a su longevidad (35), hizo que el que más y el que menos dudara de si el luso iba a ser vértebra de nuestro once. A día de hoy parece que si se cuida a nuestro lobo de mar, éste podrá dirigir la carabela rojiblanca a prósperas expediciones.
Eso sí, tampoco es tema menor el presumible relevo de Rambo Savic por Giménez. El montenegrino ha tenido varios traspiés, nunca mejor dicho, que han emborronado su excelente colocación y contundencia. No me parecería justo tomarle como chivo expiatorio pero veo bien un cambio de aires en la zaga. Ahora solo falta que el pupilo de Godín deje de cometer esos frustrantes penaltys. Te quiero uruguayo, pero no siempre va a haber un Oblak que te los pare (ya van tres este 2016)... Porque entrando ya en el partido, esa jugada fue el auténtico punto de inflexión. Ni vuelta a los orígenes ni ostias. Si el Osasuna (nunca entenderé por qué algunos no le ponen el artículo delante) mete ese penal, probablemente estaríamos preguntándonos de nuevo qué le pasa al Atleti. El cinismo y la grandeza del fútbol resumida en un lance.
Arriba dije que nada había cambiado más que la vuelta de Tiago, pero mentí. Por fin, de una santa y puta vez se mete un gol de córner. El faraón Godín, a falta de que se centren sus acompañantes en el centro, tiró del carro para adelantarnos. Un zarpazo consecutivo de Gameiro, que a mí me encanta por muchos haters que tenga, y misión cumplida. El resto fue un discurso de Fidel Castro pero de solo 53 minutos. Y aún me dejo dos cosas más:
1ª) Me encanta el hambre que muestran entre otros Griezmann y Carrasco. El día del PSV el francés se recorrió medio campo hacia atrás para evitar un gol holandés, y en Navarra el belga robó un balón de tío porculero para clavar el 0:3.
2ª) Es vomitivo que no se pitara la mano con desplazamiento en el área osasunista. Quiero creer que desde su posición el árbitro no veía, pero si no ve eso, ¿qué cojones ve?
Pero al final hubo final feliz, y al caparrosismo aún le queda mili en Pamplona. El sacrilegio de destituir a las primeras de cambio al entrenador que te asciende es un clásico en primera división, y me temo que a los rojillos no les va a salir a cuenta. Aunque por momentos inquietaron, poco queda de ese equipo 100% norteño que en tantos aprietos nos ponía. Con el Cholo cuatro de cinco triunfos en El Sadar, que por cierto recibe ese nombre por un riachuelo homónimo que pasa por allí. Agur.
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