Este vuelta de octavos de Champions no merece perder el protagonismo con otros partidos, pero qué decir que no se haya dicho ya del rosario de encuentros tras esa fatídica noche alemana. Poco gol, servicios mínimos pero fiables y atisbos de mejoría en Cornellá (el único que no vi porque me entregué al Amor en Roma). Palíndromos y buenos recuerdos aparte, así llegaba por fin, más rápido incluso de lo que mis ansias deseaban, el desenlace a nuestro duelo ante el Leverkusen. Al final no fui a Antequera a verlo con mis familiares atléticos, desterrando toda superstición, y enfrentándome solo a la batalla que todos íbamos a librar en mayor o menor medida.
El ambiente era espectacular y, como he dicho otras veces, solo por eso ya merece la pena ver el partido. Increíble lección de animación en todo momento. Pero enseguida se vio que no iba a ser fácil, y la idea de una resolución por la vía rápida de la eliminatoria quedó en una esquina oscura de la habitación, entre la mesita de noche y el hueco donde pongo la mochila del trabajo. El partido en sí, se jugó siempre al mismo ritmo, con un sinfín de imprecisiones, como si el viento que zarandeaba a su antojo los papelitos del tifo fuera más aficionado al baloncesto o al cricket. Intensidad, faltas, briega, pero apenas ocasiones. Los teutones seguían férreos, pero los nuestros poco a poco fueron diluyendo las peligrosas contras, y además esta vez apareció el gol, el ansiado grial, cuando menos se esperaba. Mario, el de las grandes ocasiones, el que por suerte o por desgracia, sale de fiesta poco, pero cuando sale arrasa, nos igualaba la eliminatoria.
Lo más difícil estaba hecho, pero seguía viniéndome a la cabeza la eliminatoria contra el Ajax, el gol de Kiko, el penalti de Esnáider (comentarista ahora), el gol a la contra de Babangida con Molina indefenso... mi primera gran noche europea como rojiblanco. Ahí ya sabemos lo que pasó, y mandaba cojones que me acordara de esa noche en vez de las mágicas veladas de hace meses. Sea como fuere, esto seguía igual, o peor, porque agotábamos cambios por culpa en gran parte de las lesiones. Cani, jugador que me gusta, dejó su lugar a Don Raúl. Antes, Moyá se había lesionado. Cómo me jodió que el bueno de Moyá se lesionara... Un auténtico profesional que me cae de putísima madre a pesar de tardar tanto en sacar de portería. Precisamente el hombre decía en una entrevista hace poco que "Firmaba pasar contra el Bayer y que no le llamaran a la selección". Ojalá te quedes aquí muchos años mallorquín.
Entonces entró Oblak, sin que supiéramos que sería juez y parte de una noche inolvidable. Fue sumamente emotivo, aunque el esloveno y su desgarbada motricidad se empeñaran en lo contrario. Me resulta simpático el chaval. Si es que me cae bien todo el mundo a mí... Hasta los inconscientes que me decían la víspera del partido que "el Atleti iba a volver a ser lo que era" (como si eso fuera malo) "porque había vuelto Torres"... Volviendo al partido, se lesionaba también Mandzukic. Pero este tío es un gladiador coleccionista de espadas de madera. Aguantó todo lo posible, aguardando la resolución de la duda de Simeone, que con una sola bala en el cargador tuvo la sabia paciencia de esperar hasta no tener el resultado exacto de la ecuación. Esa zozobra de no saber si Gabi si Torres mostraba lo que nos jugábamos todos. Fernando, hizo lo que pudo pero que al igual que el resto del equipo se le nubló la vista y le pesaron las piernas con el paso del tiempo. Los contratiempos no influían demasiado en el juego, que seguía espeso, áspero y taquicárdico. Koke fallón como nunca pero voluntarioso como siempre, Arda se erigía como nuestro faro, y Giménez daba una lección defensiva con su pinta de todo menos de futbolista. Grande el uruguayo benjamín, que fue digno del mejor Godín. Todos se dejaban la piel, pero faltaba lucidez en los metros finales.
No obstante, el Atleti ya estaba ganando a los puntos, como si eso sirviera en el fútbol... No me lo podía creer, pero el partido se desangraba e iba a la prórroga, salida en coche mediante y minutos finales en un Telepizza con mi chaqueta del Atleti, sintiéndome observado por los consumidores de los martes locos de los cojones. La prórroga, ya de vuelta y encendiendo la tele de una habitación antes de apagar la de la otra para no perderme nada, se me pasó rápida... Solo un trallazo de Raúl García y un remate en plancha de Torres me aceleraron el corazón mientras engullo compulsivamente. En Roma conocí el origen de la palabra agonía, que es la angustia del que sufre por defender su vida en el agón (los juegos estos que hacían los romanos vaya). Aunque esa reflexión me venía a la cabeza, yo en realidad estaba sedado, hueco, engañándome a mí mismo diciendo que me daba igual mientras miraba el precipicio de reojo. Pitaba el buen árbitro italiano el final de la batalla de 210 minutos y comenzaba otra que no iba a durar ni diez. Honrada y noble. "Atleti hasta la muerte" cantaba la grada. Solo por eso ya merecía la pena ver el partido. Intercambio de mensajes pero rápido desconecto el móvil. No sé ni donde meterme. Llegábamos a la justa tanda de penaltis, que no quería ni en pintura por la trayectoria del partido, por el meta alemán, al que tengo ojeriza desde la ida por el simple hecho de ser muy bueno, y porque me recordaba irremediablemente a la intertoto contra el Villarreal... No sé por qué narices me venían esa mierda de recuerdos, ¿miedo? no te diría yo que no... Porque los antecedentes no eran nada halagüeños. Pero por mucho que este grupo lo pase mal, tiene algo diferente y más que ninguno: coraje y corazón.
La tanda comenzó como el puto culo. Y me sentía culpable porque había dicho que si Raúl fallaba prefería que la echara fuera a que la parase el portero... Me hizo caso el navarro. Afortunadamente la hemorragia se cortó de raíz con la parada de Oblak, que aunque el 10 de ellos, el mismo que marcó el gol en la ida, lo tiró mal, aguantó como un campeón sin vencerse a un lado. Un giro de guion inesperado el de este partido, que puede haber comenzado la redención Jan, todo un caballero además. Los penaltis se fueron sucediendo, tirados o muy bien o muy mal. No hubo término medio. La imagen de Arda era descorazonadora, aunque me cague en su p... madre por no estar centrado en un posible lanzamiento en vez de con los rezos. Afortunadamente llegamos al quinto penalty con un Torres monárquico que anotó sin pestañear. Más no era posible ajustar al palo. No me quiero ni imaginar la presión que tendría el pobre...
Así llegó el turno de una leyenda del Leverkusen: Kiessling. Ya sabemos lo que pasó, y ahí por fin dejé de ser un autómata por unos diez segundos para vociferar, como siempre metiéndome con el equipo contrario, como si fueran culpables de toda la angustia sufrida. Enseguida puse pies en la tierra de nuevo, que yo soy muy comedido una vez exploto, pero qué quieren que les diga, al día siguiente me levanté a las 6:55 para ir al curro más fresco que nunca. Volvía el interés acentuado por la competición, las cábalas, los posibles rivales, y en medio un nuevo logro del Atleti de Simeone: remontar una eliminatoria y de propina vencer una tanda en competición oficial. Para ganar toda competición hay que tener suerte en momentos puntuales, pero para mí, los penaltis no son suerte, si acaso el rechace en el gol de Mario... No obstante, el Atleti ha pasado por el último resquicio de la puerta de embarque a Berlín, aunque aún quedan dos escalas más... joder si quedan...
y hay que mejorar mucho para aspirar a hacer algo grande, pero para mí ya son los mejores.
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