domingo, 28 de septiembre de 2014

Diosa Intensidad

Fue invocada con fuerza por todos y cada uno de los que siguen al equipo que lleva en el pecho el emblema de Madrid, y el resultado no pudo ser otro. El Atlético minimizó a un Sevilla que también sabe de esto y que sin embargo anoche, entre experimentos fallidos, sucumbió a la voracidad colchonera sin apenas inquietar. Fruto de la vehemencia y apasionamiento buscando el gol, llegó el de Koke. Cuanto más se busca, más probable es que se tenga la suerte de cara. En esta ocasión así fue, y tras ser desviada, la pelota entró a pesar de que el gran portero sevillista hiciera lo imposible por pararla. Aprovecho para decir que el Sevilla Fútbol Club tiene jugadores y actitudes cancheras que admiro, pero que a la par me hacen odiarlos momentáneamente. Imagino que a los palanganas les pasará lo mismo cuando se enfrentan al Atleti. No cambiéis nunca por favor. Mis respetos para el SFC, compañero de andanzas tantas veces en esta década. No tuvo precio la batalla entre Mandzukic y Nico Pareja. Que si te doy un manotazo para alejarte, que si yo te estrujo la nariz enmascarada en un salto... Fútbol al fin y al cabo, sin mariconadas. Al que no le guste que mire para otro lado.

En esas el partido comenzó a enquistarse, se atisbaba la reacción nervionense, pero esta nunca llegó. Lo que sí llegó fue un auténtico golazo, a balón parado y de jugada. Más chulos que un 8'8 periódico. No sé si eso estaba ensayado, pero conociendo quiénes están detrás de la maquinaria no me extrañaría un gramo. Gran gol que vino de perlas a Saúl, cada vez menos sorprendentemente titular. Dada la apatía de Mario y el bajo estado de forma de Gabi (clave para el devenir del equipo y que mostró mejoría ayer), es sensacional tener a un chaval con confianza, y todos sabemos tenga uno la demarcación que tenga, el gol es lo que da más autoestima. Fue una especie de paralelismo con el primer gol de Koke con el Atleti, precisamente en un Atleti-Sevilla de hace tres años. Época en la que aún no estaba el Cholo, que anoche volvía por fin al banquillo. Los jugadores son profesionales, muy profesionales, pero es probable que el argentino inoculase anoche ese extra de intensidad que, bien canalizada, es la que hace a este equipo ser tan sólido atrás y tan contundente arriba. Es la madre de los éxitos, y Simeone su profeta más aventajado. No se trata solamente de luchar cada balón como el último, sino estar atento a las claves del partido para hincar aún más el diente en la presa. La afición también lo sabe, y volvió a dar una lección de fiereza y de paso demostrar algo que no hacía ni falta: que está con su líder y con el equipo a muerte. Me da pena que hasta gente a la que admiro, como Paulo Futre, se venda por una puta columna y tilde de desagradecida a la que es también su afición... Por suerte de momento, solo de momento, se consiguen cerrar estas bocas hediondas, y hay periodistas en los que se puede confiar. El tonto soy yo, que me enervo leyendo esas mierdas. Si ya lo dijo el Cholo: "No consuman, lean El pato del Manzanares".

Por si fuera poco con la reivindicación de Saúl Ñíguez, otro del que me alegré infinito que marcara fue el mexicano. No solo hizo gol tras magistral centro de Koke, sino que tuvo unos minutos geniales. Habrá que seguir confiando en él. Y en Raúl García, que ahora tira hasta penaltys. Y en Griezmann, es un lujo tenerle en el banquillo tanto tiempo. Eso habla a las claras de que este año hay más armas en el arsenal. Otra cosa será utilizarlas todas sin que se encasquillen ni oxiden. Si es que cuando un día salen las cosas, salen: incluso en el Levante-Rayo de más tarde presencié un centrazo de Insúa rematado a gol por Baptistao... Victoria para enmarcar, y que afortunadamente cada vez es menos noticia. De los equipos que se han enfrentado a rivales chungos, el Atleti es el único que ha ganado siempre hasta ahora. Es pronto para saber qué pasará, pero de momento solo basta con deshacer el zoom y pasar del mapa de España al de Europa. Ahora toca la Vecchia Signora. La exigencia cada vez es mayor, pero la experiencia también. 

jueves, 25 de septiembre de 2014

Subiendo abajo

 Me libré de la tragedia griega mientras estaba semi-incomunicado en Cádiz. Una pena ese comienzo, que convierte el partido ante la Juventus en vital demasiado pronto. En pleno cumpleaños, vi los momentos más desquiciantes del siguiente partido contra el Celta. No había señales del todo inquietantes, pero al mexicano se le ve verde guacamole. ¿En serio no se le pudo dar esa oportunidad a Héctor? No obstante, ojalá le salgan las cosas al chaval (a ambos mejor dicho), pero me da que la crucifixión está cercana y eso no beneficia a nadie. En ese caldo de cultivo aderezado con tintes trágicos por el sensacionalismo, llegaba el Atleti a Almería: una ciudad que me encanta y a la que no fui a ver el partido porque era entre semana. Otra vez será. Porque me da que el rival de anoche, si bien no nos puso en excesivos problemas, tiene oficio para salvar la categoría. Victoria crucial. Por fin ganamos en esta árida tierra. Ahora vamos a lo que importa. 

Salió el Atleti con cambios, pero no tantos como los anunciados. No estaba Manyu, que se está ganando mi simpatía a marchas forzadas con su hombría de narices. Tampoco estuvo el mexicano, y entonces nos encontramos con una delantera formada por no delanteros que se alternaban como punta de lanza. Solo una certeza: Tiago, pese a su lentitud implícita, es indispensable para el equilibrio del equipo. De él fue además la mejor ocasión del primer acto. Griezmann no tuvo su día, pero me da que va a ser buque insignia de aquí a poco. Entró Saúl. Me llama la atención que este año se hacen los cambios antes. Bien hecho. Y llegó el gol. El axioma de nuestro Atleti es el balón parado. Ese stopped-ball nos da la vida. Un comodín que sirve para ganar títulos y también perderlos. Ya me estoy acordando otra vez. El síndrome de Lisboa me perseguirá siempre... En resumen, se ganó bien, hubo pocas ocasiones durante todo el partido, pero con eso ya fueron más que en muchos partidos del año pasado. Probablemente sea una obsesión la que tenemos de comparar con la temporada anterior, pero al hacer esa comparación es inevitable concluir que este equipo tiene más variantes,  más extras, y cuesta adaptarse a ello. Además no tiene un escape tan chulo como tenía con Filipe, ni esa aceleración que proporcionaba el descastado Diego Costa. Ni siquiera tiene un parachoques de los de antaño, hecho de metal del bueno, como tenía con Courtois. Tiene aristas más suaves, no tan punzantes. Así que considero normales los "claroscuros" de este inicio. Muchas piezas por encajar, muchas maniobras para innovar y no caer en el siempre lo mismo. Eso sí, el balón parado que no cambie por dios. Es un puto orgullo ver cómo una y otra vez lo volvemos a hacer. Es jodidamente complicado lo que hacen los ejecutores de estos lances. Y es un perfecto imbécil el que desprecie este ARTE. Es nuestra postura del misionero particular. Los ingleses, que crearon este invento, por algo será que celebran tanto cuando se obtiene un córner. Además se crean ocasiones, que lamentablemente no se meten a día de hoy, pero lo cierto es que estamos haciendo al portero rival la estrella de cada partido. Entonces pienso: si jugando con dudas y sin ser compactos tenemos estos números, no me quiero imaginar cuando se de con el amperaje correcto en la maquinaria. Por suerte o por desgracia, el fútbol no es matemático, y nada garantiza el triunfo. 

Una cosa más. Tenemos vergüenza cholera, pero lo que no guste no tiene por qué ocultarse, y si a la afición no le gusta un cambio, pues se dice. Menos mal que Simeone siente querido, faltaría más... Faltaría que la prensa, aparte de precondicionar a los árbitros a cosernos a tarjetas sin hacer lo mismo con el rival, encima nos cree un cisma de fe con nuestro líder. 100 victorias le contemplan, y por fin el banquillo volverá a hacerlo también.

El Cholo sigue dejando su huella
PD: Que levante la mano el que no haya pronunciado nunca en estos años de vino y rosas "Yo sé que Simeone es el mejor/ sabe más que nadie/ frase aduladora cualquiera" para preceder una crítica al equipo. Eso es devoción.

domingo, 14 de septiembre de 2014

Hijos pródigos

A veces, en una suerte de psicología inversa, me mentalizo de que lo peor va a pasar: ese gol en contra el último minuto, ese balón que da en el palo y sale fuera... Detrás de esos rituales fatalistas en busca del desenlace beneficioso para el Atleti, se esconde un feo, pero a veces justificado, poso de desconfianza. Desde hace unos años, Simeone y esta máquina de ganar que ha creado me han enseñado a creer. Creí en este equipo en el Bernabéu, en Mestalla, en el Nou Camp, en Stamford Bridge, en Lisboa (prórroga incluida). Pero en este nuevo curso futbolístico, a pesar de comenzar con título, se instaló en mí un reflejo de esa actitud de niñata insegura. Confiaba, sí, pero con escepticismo del bueno. No hablo de confianza ciega, sino simplemente dar otorgar el merecido crédito ganado con creces a este equipo. Sin embargo en este partido no daba dos duros por el Atleti. Me avergoncé de su primera parte agazapada, y me merezco la tortura que pasé en la segunda parte. Por mezquino y cenizo y por ser permeable a los comentarios catastrofistas de la prensa que consulto cual yonqui. 

Mi penitencia fue una agonía desconocida. Por motivos laborales, mi pareja, que tiene muchos más cojones que yo y encima está muy buena, entró sin complejos al bar enfundada con la camiseta de Arda. En pleno pasto de borregos, con curiosamente alguna camiseta rojiblanca (recuerden que donde vivo es bien raro). Tuvimos que irnos justo cuando comenzaba lo mejor. En ese momento casi me alegré, porque temía un gol rival en cualquier momento. Cuando me quedé solo, se podía ver a un enfermo dando vueltas por la ciudad, intentando hacer oídos sordos a los posibles gritos de gol, y por tanto alejándome de bares y teles a todo volumen con la voz de Robinson: si no lo estaba viendo, tampoco quería oírlo. Afortunadamente, mi momentáneamente desarrollado sentido del oído fruto de los nervios, escuchó como una bendición desde un balcón un murmullo que decía "ha marcado el Atlético de Madrid". Había marcado Arda. Arda! Entre tanto revuelo por la vuelta del rayos UVA que había logrado el empate, otro que volvía era la barba de Bayrampasa, en quien para variar en este día tan desconfiado tampoco tenía muchas esperanzas, dada su convalecencia.

Tras ello, activé la conexión del móvil y escribía compulsivamente con mi fiel escudero colchonero a modo de cordón umbilical con lo que pasaba en cualquier pantalla cercana. Lo único que deseaba era que pasasen los quince minutos restantes deambulando por calles raras. Al final, extraña alegría en un triunfo de mérito incalculable. Me merecí esa zozobra invidente que me impidió saborear el triunfo. Porque no fui digno de mi equipo, no confié en él cuando más me necesitaba y precisamente cuando más me está devolviendo con éxitos y trabajo mi devoción. Su grandeza actual es capaz de sobrepasar mi fe rojiblanca. Me autoculpo para expiar mi pecado, que me tomaré como una tentación en el desierto fallida. Doy gracias a Simeone y cía, por inculcarle a estos jugadores el sacrificio, el trabajo y la solidaridad que debería suponerse a un profesional, pero que son rara avis en el fútbol aterciopelado actual. Ese es el verdadero patrimonio de este equipo. No hay más que ver un vídeo de hace poco donde se percibía el entusiasmo y la intensidad que imprimía el Cholo a los que hacían un rondo para robar el balón. Esos detalles técnicos, unidos a otros minoritarios como entrar aporreando los cristales del bus al entrar en la pocilga, me hacen estar aún más orgulloso de mi equipo. Si hasta el peluca Cerezo hizo el otro día lo que tenía que hacer: sacar los dientes ante la mugre que dice que el Atleti es violento.

Vuelve Arda, esperemos que para quedarse tras la turbiez de su estado físico desde que se lesionó por primera vez en la última jornada de liga. Con él de abanderado, quizá el único capaz de aportar lucidez, se ha sacado un resultado formidable ante los fuchsias. Tiago, otro en el ojo del huracán tras su gatillazo con el Chelsea y posterior vuelta, lidera el núcleo duro, que ha de llegar en breve a la temperatura óptima. Moyá cumple con profesionalidad. Griezmann no puede sino mejorar. Queremos ver a Cerci, y comprobar si el mexicano realmente quiere dejarse ver. Cada vez queda menos para que vuelva el Cholo al banco, y entre él y Burgos van dando con las proporciones adecuadas de cada sustancia en su laboratorio de ganar. Se atisba de nuevo el espíritu y el compromiso tras dos partidos que sembraron la duda. Otra cosa será que se mantenga esta actitud, y por supuesto otra mucho menos controlable y difícil la de que acompañen los resultados como el pasado año. Por si fuera poco, ya comienza la Champions, y soy del Atleti. Créanme eso último que les digo.